The Beauty

Pero, chico, si no bailas, alguien baila por ti. Es la vida misma. Ray Loriga - Ya solo habla de amor. Si no bailas, alguien baila por ti. Eres tú, y tu canción favorita contra el mundo, unos tacones altos y un pintalabios rojo. O todo aquello que guardarías en un estribillo. El mundo te pasará por encima de todas formas.

El nuevo disco de KALEO se ha colado en mi rudimentaria lista de Spotify. “Mixed emotions”. Esas emociones contradictorias a la supervivencia que nos convierten en humanos. En la pantalla del móvil aparece una montaña nevada, un descampado seco cubierto de nieve y una mesa con objetos cotidianos. Un disco que no para de girar.  Run no more ha sonado ya cinco veces esta tarde: Woah, child, we've been running all our life. All our lives. Stand close, brother, next to me. Share your color, make them see. Guard your honor and dare to dream. One day, baby, baby, we don't have to run no more…” Quizá sea el momento de dejar de correr.

Laura Ferrero refleja en su nuevo libro el desamor entre David Hockney y Peter Schlesinger. Hockney en busca de ese instante fugaz que en la vida real dura apenas unos segundos. Su obra Pool with Two Figures, no tiene desperdicio.

Ayer hablaba con mis amigas tras una lluvia repentina y confusa, llena de bochorno y arenilla, que nos dejaba la tarde en una terraza de la calle Ayala. Conversábamos, mientras nos deleitábamos con un pincho de aceitunas, anchoas y piparras, sobre la procedencia del nombre de la Gilda. Puede que unos transeúntes de San Sebastián estuviesen sentados en una mesa de un bar, como nosotras. No había teléfonos, claro, la información quedaba acreditada por aquellos que allí se encontraban. Discutirían sobre Rita Hayworth, su película Gilda, su vestido de seda negro y sus guantes de terciopelo, haciendo referencia a lo picante que resultaba ver como un inverosímil complemento deslizaba por el brazo de aquella actriz, como las gotas de aquel líquido avinagrado resbalaban por aquel marinaje de encurtidos. Pensamientos indebidos alegremente compartidos. Genialidades sepultadas por la instantaneidad de ChatGPT; la belleza sin inventar que nunca llegará a ser revelada.

Hoy he descubierto que estoy rodeada de magnolios. La casa de mis padres tiene un jardín comunitario donde mi perra corre sin restricciones detrás de su pelota. Al alzar la vista, mientras lanzaba la bola amarilla de tenis, he reparado en el árbol. Ese árbol que lleva plantado treinta años en el mismo sitio. Y allí estaban esas flores blancas que me recuerdan a las flores exóticas de Lotus, llenas de vida, llenas de belleza. Las flores apenas llegan a durar una semana, mientras que sus hojas verde oscuro brillante son perennes. Ironías de la naturaleza. Ahora visualizo las calles y los encuentro, escondidos entre el resto de vegetación, tras las vallas de los edificios, alardeando suculentos de sus reliquias blancas. Pienso en ese libro de Marina Mayoral y aquella reflexión que interfiere en mi rutina: “Y otras veces me digo que todo es una ilusión, que no hay nada más allá, que lo único que queda es lo que hemos hecho en la vida, y que todo lo demás, nuestros deseos insatisfechos, también nuestra felicidad, acaba cuando morimos… Pero sigo viniendo aquí y, cuando veo las ramas de este árbol que tú plantaste para mí, siento una voz dentro de mí que dice: “¡Quién sabe!”

Cookie Mueller fotografiada por Nan Goldin en “The Ballad of Sexual Dependency”, sentada en una silla con las manos apoyadas en una mesa redonda. Mirada triste, pensativa, bebidas a medio terminar y unos torsos sonrientes decapitados colgados de la pared. Relatos de una activista enfrentada con su mayor fuente de inspiración y el poder de la destrucción en las manos.

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El tiempo que dedicas a imaginar canciones de amor que no se han inventado