La singularidad de la cotidianidad
Si la vida estuviese destinada por el querer hacer cosas extraordinarias y no sencillas, cosas del día a día que pasan desapercibidas, esas cosas que no importan, los días no existirían. Esta mañana he tomado un café en una terraza al sol; la lluvia nos ha dado un respiro y he pensado en la singularidad de la cotidianidad.
Siempre tomo café los jueves con un amigo después de entrenar. Dedicamos media hora de nuestra semana a no pensar en nada. Apostamos cuatro euros a la apuesta que más premio tenga y esperamos pacientemente una recompensa con la certeza de que nunca llegará. Hoy jueves 27 de marzo tiene algo especial sin dejar de ser un día como los demás. Quizá el hecho de querer perseguir la singularidad, visualizarla en horizontes ulteriores, nos hace olvidarnos por qué queríamos la excepcionalidad en un primer momento.
Cumplir años no siempre me ha gustado; nunca me ha gustado el protagonismo, el no saber dónde mirar cuando te cantan el cumpleaños feliz y no saber expresar el agradecimiento. Hoy, sin embargo, mi perra me ha regalado cinco minutos juntas abrazadas en la cama antes de levantarnos. Me ha parecido escucharla, leer a través de sus ojos que era su manera de hacerme un regalo de la única forma que sabe, y ha habido un momento en el que he pensado que cumplir años no está tan mal si un perro te lo recuerda.
Me gusta la sencillez de los tulipanes, flores modestas llenas de expresión que en marzo anuncian el comienzo de la primavera. Florecen anunciando las nuevas oportunidades; posiblemente guardaban expectantes los nuevos comienzos. He comprado un ramo al pasar por la floristería de toda la vida. Es una floristería sencilla, no hay flores exóticas ni bouquets fuera de lugar, pero tiene tulipanes rojos. Ahora adornan mi salón y, por unos días, me recordarán que todo pasa y todo se marchita si no se riega. Mañana será mañana. No he podido evitar pensar en jardines llenos de flores y he puesto en los altavoces el álbum de Ed Maverick, La nube en el jardín, y me he descubierto tarareando la letra de sus canciones: No firmes la espera, aunque quiera más de ti. Puede que me haya autorregalado la entrada para un concierto.