La practicidad de las segundas veces

Descubrí a David Nichols en el año 2012, en el aeropuerto de San Diego. Acababa de pasar el que sería el peor control de seguridad de mi vida (hasta el momento). Me hicieron vaciar todo mi equipaje: la bolsa de aseo, la bolsa de las bragas, camisetas, pantalones, jerséis... Todo lo que había metido a presión ahora descansaba arrugado sobre una mesa metálica. Parecía que aquel policía estuviese disfrutando con aquella tortura silenciosa y todo por haberme olvidado de sacar la botella de agua que llevaba en la mochila. Seguridad, ante todo, tangas incluidos. Supongo que la gente que esperaba militarmente su turno se alegraría de que no les hubiese tocado a ellos, sino a una niña al borde de las lágrimas. Lo absurdo que resulta a veces ser humano. Para pasar aquel bochornoso irrumpe de intimidad, decidí ir al único sitio donde se es feliz: la librería de los aeropuertos.

No sabría explicarlo, las librerías en general tienen algo mágico, pero las librerías de los aeropuertos son… son algo. El barullo, las maletas, los idiomas desconocidos… Las expresiones de la gente, volátiles y transitorias. Libros que aprenden de ti y no solo tú de ellos, que disfrutan del vaivén de las ilusiones y promesas.

Ese libro, entre todos los libros, consiguió llamar mi atención. En letras rosas, sobre la portada se podía ver: ONE DAY, “ Now a major motion picture starring Ann Hathaway and Jim Sturgess.    Un vuelo Sacramento-Madrid, un paquete de clínex y muchas lágrimas al terminar aquel año de intercambio con la guinda final del pastel. ¿Cómo es posible que unas simples palabras amontonadas puedan hacerte llorar así? Sí, es posible morir ahogado en tus propias lágrimas. Al llegar a Madrid, tuve que ver la película y, como suele pasar en estas ocasiones, lo que el libro me transmitió se volvió completamente borroso. No había comparación.

Hace justo un año, en 2024, Netflix anunciaba una remasterización de la película convertida en serie. “Ya estamos con hacer segundas versiones de producciones ya existentes”. ¿De verdad no habrá ideas nuevas que profanar? No me quedó más remedio que tragarme mis palabras al no tener más remedio que ver la serie. Porque seamos sinceros, todos queremos un poquito de seguridad, queremos repetir aquellas sensaciones conocidas, anticiparnos al final. Llevar las riendas.

Tengo que admitir que soy adicta; esta serie ha conseguido hacerme viajar a los 80 y no solo por su psicodélica fotografía, adictiva como los psicodélicos, su maravillosa banda sonora, obra maestra si preguntas mi opinión —Your Love de Frankie Knuckles o Set You Free de N-Trance son verdaderas máquinas del tiempo—, sino por Ambika Mod y Leo Woodall. Ellos son la razón por la que he visto la serie tres veces seguidas. ¿Acaso ya no queda complicidad así en el mundo, aunque sea fingida? Una historia que podría ser perfectamente el día a día de muchas personas, momentos y tiempos desigualados. Sentimientos que se persiguen sin encontrarse.

Me llevó a pensar sobre las segundas oportunidades, cómo nos habituamos a negarnos a nosotros mismos a mejorar, a probar de nuevo algo que, debido a las circunstancias o el momento, no resultó ser exitoso. Intentar algo de nuevo puede ser una oportunidad para rozar la excelencia. O no intentarlo puede ser parte del proceso; todo depende de nosotros, de lo que hagamos o no hagamos. Intentarlo de nuevo desde la perspectiva de la conciencia. Como siendo la misma historia, consigue llevarte a mil posibilidades diferentes. Todo es distinto, todo tiene un significado diferente. No se trata de cambiar el mundo, sino un poco lo que tienes alrededor, como recita Leo Woodal, sentado sobre una silla como si levitase del suelo: “Vive cada día como si fuera el último”, ese era el consejo habitual, pero en realidad, ¿quién tenía energía para eso? ¿Y si llovía o te sentías un poco débil? Simplemente, no era práctico. Mucho mejor es intentar ser bueno, valiente y audaz, y marcar la diferencia. No cambiar el mundo exactamente, sino lo que te rodea. Sal a la calle con pasión y tu máquina de escribir y trabaja duro en... algo. Cambiar vidas a través del arte, tal vez. Aprecia a tus amigos, sé fiel a tus principios, vive con pasión, plenitud y bien. Experimenta cosas nuevas. Ama y sé amado, si alguna vez tienes la oportunidad.

Tal vez si todo se redujese a esto...

Anterior
Anterior

La epifanía del caos

Siguiente
Siguiente

Nunca nada más pasará